sábado, 7 de enero de 2012

Episodio 1, parte 3


Tengo una cosa en el bolsillo muy importante para John. Una carta.
John la escribió cuando le conté lo que pensaba hacer. Solo me dijo uno cosa, que lo dejase en la tumba de mi madre.
Tengo permiso para leer la carta, pero no he querido. Se lo que es, John me lo conto. En ella le da las gracias, por haberle proporcionado una familia tan maravillosa, por haber evitado que sufriera. Y también le recuerda que cumplió de sobra la promesa que le hizo a su madre antes de morir, cuidar de el. Lo único que tengo que hacer es dejarla en la tumba de mi madre.

Es lo menos que podía hacer por él, ya que es el que me está cubriendo.
Antes de que se prohibirse la venta y distribución de música, Adrian solía comprar mucha música, y yo le acompañaba a la capital a recogerla. Mi padre, instigado por John, se cree que ahora mismo estoy de camino a la capital a recoger un envió de música que le llega tarde a Adrian.

El resto de mis hermanas no sabe nada de este viaje. La mayor, Lucie, dejo nuestra casa hace dos años, por irse a estudiar al exterior. Ella ha heredado el talento para las ciencias de mi madre, pero un día en clase de anatomía, mientras dibujaba diferentes músculos, se dio cuenta de lo bien que se le daba el arte. Asique una vez terminados los estudios obligatorios, se fue a estudiar Artes a otro país extranjero. No tuvo otro remedio. En La Iberia no están las cosas como para estudiar Arte.
Mi otra hermana es la pequeña Mollie. Ella es la niña bonita de la casa. Tiene 8 años. Cándida y dulce, tiene unos preciosos ojos verdes, igual que los de mi madre. Su mirada hipnotiza. Mi padre dice que es idéntica a mi madre, ella no lo sobe, ya no se acuerda de ella. Muchas veces llora en casa, porque no la recuerda. Ella solo tenía 4 años cuando murió, es normal que no se acuerde de muchas cosas.

Me hubiese gustado sentir que hubiese pasado con mi familia si mi madre siguiese viva. Ya no me lo planteo, no. Estoy feliz. Tengo una familia que me quiere, buenos amigos, y sí, estoy enamorado.

El se llama Marco, tiene 16 años y es el chico más perfecto que puede existir. Para mí, claro. Una mente privilegiada. Increíble. De los alumnos mas inteligentes. Estaba destinado a ser algo grande. Lo conocí en el club de ciencias. Me pase un día por allí, para intentar poner remedio a mis malas calificaciones en esa asignatura, y allí estaba él, el era mi profesor de ayuda. Venia todos los miércoles a mi casa, y yo estaba completamente enamorado de él. Un día se lo hice saber. Se puso rojo como un tomate. Pobrecillo. Se lo solté en mitad de una clase, mientras intentaba enseñarme los nuevos elementos nucleares y sus reacciones al agua. Siguió con la clase, como si nada, y se fue una vez acabada, sin despedirse ni nada. Pensé que no había nada que hacer. Acababa de perder, tanto a mi profesor de apoyo, como a la persona de la que me estaba enamorando.
Pero no, al miércoles siguiente se volvió a presentar en mi casa, rojo como un tomate. La clase fue bastante tensa, pero el se despidió con un pequeño y tímido beso.
No tuve que esperar otro miércoles para verle.
De eso hacía ya 6 meses, y seguíamos igual que el primer día. Y tan igual. Aun no he conseguido aprobar ciencias.
El no sabe que no estoy en este tren, con destino a un pequeño pueblo perdido en la sierra. Aunque eso no es lo que más le importaría. El mayor problema para el está ahora mismo roncando sobre mi hombro.

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